jueves, 19 de marzo de 2015

Tarjeta de corazón con botones


Conejito con media


Corazones con lápiz


Manualidades a realizar con los niños

Tarjetas de manos amorosas


Viaje en Globo

Un conejo, un títere y un perro lanudo decidieron hacer un viaje en globo. El conejo era el piloto.

A poco de estar volando, atravesaron una nube, de abajo hacia arriba.
  • Le hicimos un agujero a la nube –dijo el títere.
  • Se lo tendríamos que remendar –dijo el perro, muy preocupado.
Pero no pudieron encontrar nada con qué taparlo.
  • Es la primera vez que, en el cielo, se ve una nube tan agujereada –dijo una tortuga que estudiaba astronomía.
El globo siguió subiendo y el títere casi se cae, porque intentó atrapar los últimos hilos de una llovizna que pasaba apurada.
Y de pronto, los tres vieron un bellísimo arco iris.
  • ¡Los siete colores! –anunció el conejo.
  • Rojo, anaranjado, amarillo… -dijo el perro, señalándolos.
  • Verde, azul, añil y violeta –agregó el títere, encantado con los colores.
Y tanta alegría sintió, que saltó al borde del cesto para saludarlos. Por suerte, el perro lanudo lo sujetó a tiempo y no se cayó.
Asombrados, veían la ciudad con sus casas como de juguete y les pareció que toda la vida habían andado por el aire.
De pronto, el conejo se alarmó:
  • ¡Estamos en peligro! Los radares anuncian que hay algo que nos atacará.
Sin embargo, ellos no veían nada.
  • El único peligro que corremos, es que se pinche el globo –razonó el títere.
El perro lanudo dio su parecer:
  • Puede ocurrir que caiga un rayo y que el globo deje de ser redondo.
  • No se ve ni un poco de tormenta eléctrica –observó el conejo.
  • No se ve, pero tal vez se esté preparando una tormenta en el aire que está adentro del globo –insistió el perro, preocupado.
El títere se tapó las orejas, por si rugía un trueno.
Los tres quedaron arrinconados en el cesto y, cuando al fin se incorporaron, vieron con terror que se les acercaban los pajarracos pinchadores. Tenían largos picos afiladísimos.
  • ¡Estamos perdidos! –se desesperó el conejo.- ¡Nos van a desinflar el globo!
Menos mal que pasaba por allí el viento aventurero. Y cuando uno de los pinchadores se acercó, el viento alzó el globo hasta lo más alto del arco iris, entonces los pajarracos lo perdieron de vista.
  • ¿Ustedes vieron un globo por aquí? –les preguntaron a los colores.
  •  Lo vi, pero ya no lo veo –dijo el rojo.
  • Pasó cerca de mí –contestó rápidamente el anaranjado.
  • A mí me tocó –respondió el amarillo.
  • Yo estaba mirando al revés –dijo el verde.
  • Yo vi dos orejas de conejo –agregó el azul.
  • Y yo, un títere que les sacaba la lengua a ustedes –dijo el añil.
  • Y un perro que les mostraba los dientes –contestó el violeta.
Los pinchadores vieron el globo, pero el viento se lo llevó debajo del arco iris. Entonces, como el viento aventurero ya no estaba, los pinchadores volvieron a perseguirlos.
Llegaron a un metro del globo, a medio metro, a quince centímetros. Ya estaban los pinchadores apenas a dos centímetros del globo, justo cuando éste pasaba por la nube agujereada, a través del mismo agujero que había hecho al subir. Pero los pajarracos no pudieron pasar porque la nube cerró su espacio abierto con un círculo de tormenta y relámpagos.
A los pinchadores se les quemaron las puntas de los picos y ya no podían pinchar nada. El globo aterrizó en medio de muchos conejos, perros y títeres que habían llegado de todas partes para festejar el regreso de los aventureros.
Y también había muchos chicos que los saludaban y los aplaudían.
Cuando los tripulantes bajaron del globo, el festejo alcanzó el tamaño de una ciudad.
María Granata

El Sol

Un nuevo día había llegado y nuestro amigo el sol ya estaba listo para salir.

Desde bien temprano ya estaba preparándose para que el día fuera “un gran día”. Sin darse cuenta llegó su hora y el cielo se vistió de luz y color. El sol estaba muy contento, pues ninguna de esas nubes traviesas había venido a tapar su luz. Desde el cielo, veía a los niños jugar y reír en el parque y se sentía feliz porque sabía que, en parte, era gracias a él.
Observando a un grupo de niños, escuchó que conversaban sobre lo que iban a hacer esa noche, y prestó atención, sobre todo, a lo que decía uno de ellos:
  • ¡Qué ganas tengo de que se haga de noche! Hoy son las fiestas de mi pueblo y vamos a celebrarlo llenando el cielo de brillantes cohetes, cohetes que son como estrellas”
Al escuchar estas palabras, el sol se puso muy triste. Él también tenía ganas de participar de la celebración y ver los cohetes, pero sabía que no era posible.
Llegó la noche y el sol se escondió. Casi no pudo dormir de tanta tristeza, pensando en lo que estarían haciendo todos y cómo se divertirían sin él.
Lo cierto es que la tristeza lo invadió y estuvo varios días sin salir. Los días se hicieron oscuros y fríos. Los niños ya no podías salir a jugar a las plazas, las familias no podían pasear por el parque, nadie entendía qué sucedía. Todos extrañaban al sol.
Cierto día, cansado de tanta soledad, decidió volver a salir y se dio cuenta de que todos, al verlo, sonreían. El sol se dio cuenta de cuánto lo habían extrañado y se sintió feliz de estar de vuelta.
De esta manera comprendió que aunque no siempre podemos hacer lo que nos gusta, debemos sentirnos felices de lo que somos.

¡A comer!

Ya era de noche cuando en la casa de mamá y papá gato se escuchó:

  • ¡A comeeeer! –llamó mamá
Y puso algunos fideos y dos chauchas en el plato de Patitas de Seda; pero Patitas de Seda estaba mirando a papá que sacaba algo del horno.
Papá había horneado unos bizcochitos dulces.
  • No tengo hambre. –dijo Patitas de Seda, empujando el plato. – Pero sí voy a comer un bizcochito.
  • Los bizcochos son para después de comer. –dijo papá, con voz fuerte.
  • Entonces ahora es después de comer. –dijo Patitas de Seda. – Porque no voy a cenar.
Mamá dijo:
  • Puedes retirarte de la mesa y no vuelvas hasta que quieras comer. Después tendrás tu bizcocho.
Patitas de Seda tomó una hoja de papel y empezó a dibujar. Dibujó un plato vacío.
  • ¿Ves, papá? –le dijo. – Mi plato está vacío, ¿Puedo ahora comer mi postre?
Entonces, rápidamente, papá tomó otra hoja de papel y también dibujó algo.
  • Aquí tienes un sabroso bizcochito. –dijo.
  • ¡No quiero un bizcocho de papel! –lloró desconsolada Patitas de Seda.
  • Entonces termina tu cena. –le dijo mamá.
  • ¿Estos dos bocados? –preguntó Patitas de Seda.
  • No, toda la comida. –respondió mamá, decidida.
Patitas de Seda suspiró y probó dos bocados. Pensando en los bizcochos le vinieron ganas de comer y comió un poco más, hasta que, sin darse cuenta, había terminado todo. Entonces vio que su plato estaba vacío.
  • Ahora sí, ya está. –exclamó muy contenta Patitas de Seda.
Papá y mamá le dieron un vaso de leche, dos bizcochos y un grande y fuerte besito de gatos.